11.15.2011

El cine de género, en franco ascenso


Este artículo fue publicado el sábado 29/10/2011 en el Diario Perfíl, comentando un poco lo que es el Buenos Aires Rojo Sangre. Lo posteo porque no lo editaron en la versión online. Como aquí no corre el riguroso limite de los 3000 caracteres (con espacios), pongo una versión un poco mas extensa. Mantengo el titulo con el que salió, aunque no lo puse yo.

El cine de género, en franco ascenso

Hace poco más de quince años era prácticamente absurda la idea de que pudiera existir un cine argentino de terror. O siquiera de cualquier otro género. Con un Instituto de Cine monotemático y productores sin decisión de tomar riesgos, nuestra cinematografía se recostaba cómodamente en un costumbrismo adormecedor.

En cierto momento aparecen nuevas tecnologías, nuevas formas de producción y un heterogéneo grupo de realizadores le pega una cachetada al cine nacional con una serie de películas totalmente diferentes a lo conocido. La Nueva Crítica Argentina que había empezado a tomar espacios en revistas especializadas, suplementos de espectáculos e incipientes festivales oficiales vio el cambio y creó una nueva categoría: el Nuevo Cine Argentino (en adelante NCA), al que vagamente definieron con una serie de líneas comunes bastante laxas y confusas. Pero esa etiqueta vino acompañada con un proyecto eugenésico, donde ese selecto grupo de críticos, investigadores y programadores decidía que era y que no era NCA. Lo cual no sería nada grave, si no fuera por que los que se caían del plato, no eran "nuevo cine" pero tampoco eran lo viejo. Dejaban de tener entidad, visibilidad. No eran nada y por lo tanto no merecían ni atención, ni reseñas críticas, ni ser programadas en festivales. El INCAA se dejó seducir por esos films aptos para todo crítico, que permitían combar la discutible máxima cuantificadora que mide el cine por la cantidad de espectadores ¡Para pasar a medirlo por la cantidad de premios! (búsquese en la red las gacetillas del Instituto “El cine argentino cosechó 115 premios internacionales en 2003”).

De esa manera el cine de género quedó relegado, fuera de la modesta corriente principal del cine nacional.

El festival Buenos Aires Rojo Sangre apareció en 2000 para darle visibilidad a ese cine ignorado y despreciado, tanto por el INCAA, como por los productores, como por los propietarios del sello de Nuevo Cine Argentino. Estoy hablando de un movimiento de cineastas que bajo una bandera, que yo llamo cine fantástico ultraindependiente, por su adscripción genérica y por su forma de producción absolutamente off todo, generó en los últimos quince años poco más de ciento treinta largometrajes. Muchos, bodriazos inimaginables. Otros brillantes. Como todo el cine nacional, bah… A muy poquitas las dejaron entrar en el elitista club reservado para las películas NCA, donde curiosamente terminaron premiadas, como Filmatrón (BAFICI 07) o TL-2: La felicidad es una leyenda urbana (MDQ 09).

En esta perspectiva, el BARS se convirtió en un espacio de resistencia. Un lugar donde ese cine fantástico y ultraindependiente encontraba su espacio y su público.

Con el tiempo, y más que nada con trabajo, las cosas fueron cambiando. Puertas que estaban cerradas se empezaron a abrir. Ciertos prejuicios cayeron. Viejos batalladores del género empezaron a tener sus oportunidades. Es así que poco vimos en el circuito comercial películas como Visitante de Invierno (Sergio Esquenazi), Sudor Frío (Adrián García Bogliano) o Fase 7 (Nicolas Goldbart). Y hay otras en camino, como Lo siniestro (Sergio Mazurek), La memoria del muerto (Javier Diment), Penumbras (Ramiro y Adrián Garcia Bogliano), 2/11 Día de los muertos (Ezio Massa), Diablo (Nicanor Loreti)... Alguna en postproducción, otras ya con fecha de estreno.

El BARS fue testigo privilegiado del esfuerzo de todos estos cineastas que, en algunos casos, tardaron más de una década en tener una oportunidad de mostrar su talento dentro de la industria. Y actualmente es el espacio donde ya se están gestando una nueva generación de cineastas que también tiene el cine de género como bandera.