7.17.2018

Tras los pasos de Hugo Pratt por Acassuso y Martínez

El gran historietista Hugo Pratt -el creador de Corto Maltés- vivió muchos años en Martínez y Acassuso.
En QuintaDimension.com un artículo que escribí sobre las calles del barrio que recorrió.

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5.20.2015

El Paseo del Águila de Martínez, una postal del abandono

El Paseo del Águila de Martínez, una postal del abandono


I - Bicentenario
Para mayo de 2010 llevé a mis hijos al Paseo del Águila, en la calle Pueyrredón y la barranca frente al río. Esto es en el límite entre Acassuso y Martínez, justo en el corazón del partido de San Isidro. Eran los días de los festejos del bicentenario y en una charla de sobremesa salió el tema del centenario, en 1910. Una cosa llevó a la otra y al rato tomó forma la idea de visitar la vieja escultura del Águila inaugurada cien años antes. Una oportunidad de repasar un poco de historia y de revisitar con mis hijos los lugares donde me llevaban mis viejos cuando era chico.
Para los que no son de la zona, los pongo en contexto: Martínez, localidad del partido San Isidro, tiene unos dos kilómetros de costa frente al río. Bordeándola, hay una barranca donde construyeron sus fastuosas mansiones algunas de las fortunas más ultrajantes de este país. Para los más bien modestos vecinos del Alto Martínez esas barrancas son inaccesibles salvo en las angostas veredas de las únicas cuatro calles que llegan hasta la costa. El único trozo de barranca pública en toda la localidad –el único espacio pensado para que un vecino se siente a tomar un mate a mirar el río desde cierta altura– es el Pasaje del Águila. El mismo es pequeño, no tiene mas que el ancho de una calle y una superficie que no debe llegar a los 2000 metros cuadrados. Termina en un mirador, con una pequeña escalera en forma de gruta que baja a la costa. En otras épocas había un balneario –dicen que los veranos eran mucho más frescos cuando se podía nadar en el hoy infectado Río de la Plata–  y ahora un muy exclusivo club privado.
En la parte alta hay una escultura de un Águila con una inscripción que apenas dice 1810-1910. El paisaje, que hace mucho tiempo debió ser impresionante, cambió muchísimo: los millonarios vecinos linderos lo fueron encajonando con paredones de varios metros de altura. Los árboles, librados a su suerte, crecieron hasta prácticamente tapar la vista al río.
A pesar de todo, para mi era un lugar de recuerdos entrañables. Imaginarán mi sorpresa cuando encontré la plazoleta ¡en pleno mayo del bicentenario! enrejada y cerrada con un candado. Averiguando, descubrí que el cierre fue a fines de 2009. Desde entonces volví varias veces (la última, esta semana) y siempre la encontré cerrada. En poco tiempo cumple 6 años de estar clausurada, sin otro cambio que una ligera mano de pintura para tapar graffitis.

II – Bicivoladores
Es cierto. Poco antes de la colocación de la reja, parecía que hubiera caído una bomba que había arrasado la imagen de mis recuerdos de niño, hace 30 años. Más allá de los graffitis en la vieja escultura y la gruta, lo peor pasaba por que una banda de bicivoladores había convertido la histórica barranca en el mejor circuito para bicicletas todo terreno del gran Buenos Aires. No hay que negar el esmero de los pibes, que a pulmón hicieron grandes estructuras de madera. Pero convertir un paseo público en una pista para un deporte extremo seguramente es un problema para los vecinos que solo quieren pasar un rato al aire libre sin correr el riesgo de terminar con un manubrio encastrado en la saviola.
El enrejado, ofrecido como una solución a esto, fue una simple claudicación de la Municipalidad de San Isidro al abandono de un lugar que era su responsabilidad cuidar y sostener. Como no supo como mantenerlo abierto para todos los vecinos, decidió clausurarlo. ¿Realmente no hay una solución alternativa a la negligencia o al cierre?
Hablamos de un espacio público creado hace 107 años, que lleva los últimos 6 cerrados a cal y canto. La cosa se agrava si se tiene en cuenta que Martínez es una ciudad de unos 75.000 vecinos y con apenas 2 metros cuadrados de espacio verde público por habitante (el más grande, en el río, bastante inaccesible). La Ciudad de Buenos Aires fue declarada en crisis por tener “solo” 6,2 metros por habitante frente a los 10 o 15 que recomienda la OMS. Y aquí nos damos el lujo de mantener cerrada una plaza.
Foto Ariel Sebastián Becker

III- Un poco de historia
El paseo fue inaugurado, con la presencia del Intendente y los Concejales de San Isidro, en la mañana el 24 de diciembre de 1907 con el nombre de La Terraza de Martínez. En esos años se abrieron muchos espacios similares en la localidad de San Isidro. Entre las 20 cuadras que separan la Plaza Mitre y ésta Terraza, fueron apareciendo el Paseo de los Tres Ombúes, y los pasajes El Tala (dicen, construido con $4000 aportados por la aristocrática familia Anchorena) y Los Paraísos. Esos paseos se fueron constituyendo como la marca distintiva de San Isidro. En 1918 escribía La Dama Duende (seudónimo de Mercedes Moreno) en la revista Plus Ultra: “San Isidro;  es éste uno de los altos predilectos de esta Duende, que fatigada de cruzar con la rapidez del pensamiento, dejando atrás las umbrosas avenidas de las viejas chacras silenciosas, sin poder deslizarse inadvertida en ellas, al abrigo de sus frondosos sauces... He de contentarme con la hospitalaria sombra de los tradicionales Tres Ombúes; apoyada en la rústica baranda, trato de atesorar la divina sugestión de ese atardecer maravilloso, en el que se reflejan las aguas del río la opalina transparencia del horizonte”.
Para 1910 la plazoleta fue protagonista de los festejos locales del centenario; en el diario La Nación del 10 mayo figura el cronograma de actividades del 24 de mayo, que empezaba a las 9 con el cambio de nombre de la Avenida Santa Fe por el Avenida del Primer Centenario y a las 14, con la presentación de “gran monumento en la terraza de Martínez”. Según la leyenda local, la escultura de esa ligeramente tenebrosa águila que está a punto de emprender vuelo con unas rotas cadenas en su boca, fue donada por la familia Saint, los que fabricaban los Chocolates Águila y vivían en la mansión lindera con la calle Pueyrredón. Hoy por hoy, la misma es tristemente conocida por ser “una de las casas abandonadas de Yabrán”.
El 10 de marzo de 1911 se trató en el Concejo Deliberante un proyecto para mejorar el predio. El propulsor de la medida, el concejal Ernesto Gramondo, se extendió un poco en la explicación de su propuesta “La Terraza de Martínez es el único paseo que tiene esa población donde asiste siempre una buena concurrencia, he creído llegado el momento de poder completar ese hermoso paseo, llegando la bajada hasta la vía férrea cuyo arreglo se hace necesario a fin de darle mayor amplitud pues la terraza resulta bastante reducida”. Votado sobre tablas, el Concejo Deliberante ordenó que se inviertan 7000 pesos moneda nacional para “el arreglo y embellecimiento” de la plazoleta.

El estilo de construcción elegido –muy en boga en esos momentos– fue el que el arquitecto Daniel Schávelzon, una verdadera autoridad en arqueología urbana, llama de grutescos y rocallas. Este fue un estilo ornamental que se brindaba como “una recreación de la naturaleza, una apropiación mediante técnicas artesanales y materiales industriales de las rocas, cascadas, árboles, montañas, grutas y ramas de árbol”. Su seña distintiva eran esos troncos de cemento que todavía se pueden ver en algunos lugares de la localidad. Es que el arquitecto específicamente señala que “el área del entorno de la ciudad que tuvo el mayor proyecto de arquitectura de rocallas o al menos el que más la usó en una propuesta global de jardinería, fue San Isidro, posiblemente debido a que era la zona de mayor poder adquisitivo del gran Buenos Aires”.
Quedan pocos rastros de este tipo de construcciones en la mayor parte de estos pasajes, tal vez una baranda y poco más. Pero Schávelzon apunta que “quizás la mejor conservada pese a todo es la del Águila, ahora cerrada al público ya que es la única que tiene aun su gruta. Allí hay una a través de la que se puede pasar, con bancos, barandas de troncos falsos, vegetación rampante, escaleras, y maderas de cemento y plantas que dan la imagen idílica de la selva dominante; la lujuriosa aunque artificial vegetación de la inhóspita África”.
El trabajo de Daniel Schávelzon es extenso y muy interesante, y más allá de alguna pequeña discrepancia que tengo[1], lo recomiendo ampliamente para quienes alguna vez piensen seriamente en reparar, restaurar o “poner en valor” (expresión muy bastardeada, como veremos) la barranca del Águila.

Foto Ariel Sebastián Becker
Siguiendo con la historia, el 10 de marzo de 1919 se decide cambiar, a propuesta de Eduardo Madero, el nombre de La terraza de Martínez, que según figura en las actas también era conocido extraoficialmente como “Paseo del Águila o De los Palitos” (¿referencia a las ramas de cemento que formaban las barandas?), por el de Balneario Mar Dulce, en homenaje al descubrimiento del Río de la Plata. No sé cuándo se empezó a llamar oficialmente Paseo del Águila, pero es claro que fue el nombre que con el tiempo lograron imponer los vecinos por encima de los nombres oficiales. En julio de 1924 se entrega la zona costera del balneario en una concesión para ofrecer diferentes servicios, como baños. La cesión fue por una década, pero de alguna manera sigue vigente 91 años después. El status legal de las concesiones de la costa: uno de los grandes misterios de San Isidro.
A partir de ahí, se convirtió en uno de los puntos de mayor afluencia de público del partido. Miles de personas se acercaban los fines de semana para refrescarse, antes de que el río se contaminara en forma definitiva. Incluso se cuenta que la primera línea de colectivos de la localidad fue la que unió la Estación Martínez con El Águila, dato no menor si tenemos en cuenta que la actualidad no existen medios de transporte que unan el alto Martínez con el río: cualquier vecino sin auto que quiera acercarse a la costa, debe bajarse del colectivo en la Avenida Santa Fe y caminar unos 1800 metros hasta las orillas. El Mar Dulce era un balneario popular, exactamente lo contrario del ahora poco inclusivo Águila Club.

En mi infancia mis viejos me llevaron varias veces al Águila. Bajando la barranca, el paisaje era bien diferente, el agua llegaba hasta el murallón al borde de las vías. La reapertura del Tren de la Costa significó ganarle varios metros al río, cosa que sirvió para que Martínez aumentara sus escasos espacios verdes. Esos nuevos parques costeros son lindos. Se ven cuidados, pero lamentablemente resultan bastante lejanos para el vecino peatón.
Le Corbusier decía que Buenos Aires es una ciudad que le da la espalda al río. Lo de San Isidro es todavía peor, prácticamente solo permite que unos pocos privilegiados –los señores del Bajo– accedan al mismo. Para los demás, varias barreras frenan el acceso. Como ejemplo de esas dificultades, la única forma de llegar desde la parte alta de la barranca del Águila a la parte baja –poco más de 50 metros de recorrido por las escaleras, si estuvieran abiertas– actualmente implica hacer un rodeo de unos ¡2 kilómetros! (hay que retroceder 3 cuadras hasta Quintana, caminar 7 cuadras hasta Alvear, bajar los 400 metros hasta Solís y por ahí unos 700 metros hasta Pueyrredón. Así podemos ver el otro lado de El Águila, cerrado con otra reja y otro candado). El cierre del pasaje implica un obstáculo extra para llegar al río, otro pequeño aporte para convertirlo en un lugar cada vez más exclusivo.
En 1912 hubo un plan del gran paisajista Benito Carrasco y del ingeniero todoterreno Jorge Duclout –a pedido del Ministro de Obras Públicas de la Provincia de Buenos Aires– que proponía exactamente lo contrario: la creación de una gran serie de espacios verdes desde Vicente López a Tigre, unidos por una ancha avenida costanera. El proyecto preveía construir un gigantesco parque público en el bajo de San Isidro y, en Martínez, una serie de terrazas destinadas “a las clases más modestas” (¡somos nosotros!). No sé porqué nunca se concretó la idea, pero con ella perdimos la oportunidad de sentir la brisa del río en la cara.

Carrasco, el creador del Rosedal de Palermo entre otras cosas, escribió una frase que merece nuestra mayor atención en estos momentos: “para conocer el grado de adelanto de una ciudad basta estudiar sus paseos públicos”.

IV- Armemos un fideicomiso
El año pasado Karin Salvucci –no tengo el gusto de conocerla– inició un petitorio online “para que reabran la bajada del Paseo del Águila en Martínez”. Ahí cuenta que “ este espacio esta con un cartel de restauración hace mas de 5 años y nunca he visto ningún operario ni maquinaria en el lugar tratando de arreglar nada y paso todos los días por ahí”. Y expresa un temor concreto “sin las firmas y la solicitud, venderán el Águila en cualquier momento, como todos lo espacios públicos de San Isidro”.
Este miedo tiene un origen real: En septiembre de 2008 la Municipalidad de San Isidro decidió "desafectar" (es decir "vender") la barranca de la calle Güemes, la siguiente de Pueyrredón hacia el lado de San Isidro. Si bien ahí no había una plaza o mirador, era un espacio propiedad del Estado Municipal (es decir, de todos los vecinos). El Municipio tenía otras opciones aparte de venderlo, por ejemplo construir otro espacio público que se sumara al histórico circuito de paseos sanisidrenses.
Los argumentos para la venta fueron variopintos, y se pueden leer aquí, en la versión taquigráfica de las sesiones del Concejo. Por ejemplo un edil dice que vota a favor de la venta, a pesar de creer que “si se vende una calle, el 100 por ciento de los fondos obtenidos por esa venta sean invertidos en bienes perdurables en el tiempo y que no quede margen para que eso se licue en gastos superfluos” (concejal Muñiz, del PRO). También se dice que si se hiciera otro paseo habría que “asumir los problemas que en muchos casos generan algunos de los paseos de barrancas que tenemos” (edil Castellano, del oficialismo). Otro señala que apoya y acompaña para que se puedan “realizar acciones o comprar bienes que le pueden ser útiles a la comunidad de San Isidro” como la compra de “un video endoscopio” y de “ ascensores para discapacitados” (concejal Martín, del FPV). También hubo –pocas– voces en contra “Si realmente pretendemos proyectar un San Isidro para un tiempo futuro, algunos consideramos que el hecho de desafectar esta barranca no es el camino más adecuado” (concejal Sánchez Negrete, del GEN).
La ordenanza fue promulgada el 4 de septiembre de 2008. Ahí se determinó la venta del terreno de 1612 metros cuadrados a un precio que “no podrá ser inferior al equivalente a 248 dólares el metro” (en una zona donde el valor del suelo cuadruplica cómodamente esa cifra). Se decidió que el 20% obtenido a la firma del boleto se usaría para la adquisición de un video endoscopio“y/o la compra de ascensores para discapacitados, para las piletas de natación de los Campos Municipales, que lo soliciten”. El resto, que se pagaría en muy cómodas 120 cuotas mensuales (que el afortunado comprador terminará de pagar en 3 o 4 años), sería destinado a engrosar el presupuesto de la Secretaria de Obras Públicas. En otras palabras, se vendió una hermosa y única barranca de Acassuso por unos u$s400.000. El video endoscopio se compró en abril de 2010 con un costo de $263.000 (unos u$s 68.000, en esa época). En cuanto a los ascensores, nadie los debe haber solicitado porque no tenemos noticias de este tipo de aparatos en los campos de deportes del distrito.

La “desafectación” es un método común de la MSI para conseguir recursos. En los últimos años se vendieron partes de la calles Posadas, Laínez, Rosario de Santa Fe, Héroes de Malvinas... estas últimas sendas barrancas en las zonas de Beccar y San Isidro. En el debate por la venta de la calle Rosario de Santa Fe la concejal Fandiño –una de las pocas que siempre se opuso a las ventas de patrimonio municipal– dijo en broma “armemos un fideicomiso y compremos, porque es un buen precio”. Es que una constante de estas ventas es un monto bastante accesible, muy por debajo del valor de mercado. Un punto, claro, es que estos negocios no se hacen abiertos al público general, si no a personas específicas –siempre vecinos linderos, que en muchos casos ya estaban haciendo uso de la propiedad y se busca normalizar la situación (son “gente bien”, parece que en estos casos no se conjuga el verbo usurpar)– cuyos nombres  y precios de transacción figuran claramente en las ordenanzas. La curiosa excepción es la barranca de Güemes. Al día de hoy, no se sabe quién (ni exactamente por cuánto) compró a la hermosa barranca hermana del Paseo del Águila.

Foto Ariel Sebastián Becker
¿Se venderá el Águila? Sin noticias de su reparación o de su apertura, sin explicaciones de su cierre, cumpliendo seis años de clausura sin que haya novedades... todo es oscuridad en relación a su futuro. El principal objetivo de éstas líneas es mantener vivo el recuerdo de este lugar, porque quizás con otros 6 años de vallado, lo olvidemos para siempre.
En el debate de la calle Rosario, Fandiño planteó un punto clave “La barranca no es metro por metro. La barranca es una identidad de San Isidro, es un patrimonio valioso, y no puede ser considerada solamente por metros cuadrados”. Esta línea nos sirve no solo para reflexionar sobre estas ventas, si no también a la clausura de barrancas públicas como el Pasaje del Águila o el Paseo de los Tres Ombúes, otro lugar tradicional actualmente cerrado. La que está encerrada ahí es nuestra identidad.

V- Puesta en Valor
En 2006 empezó un programa del Municipio de “puesta en valor” de escaleras y miradores históricos (el único que no fue intervenido fue “El Águila”), producto del trabajo conjunto “de profesionales y técnicos de las Secretarías de Obras Públicas y Servicios Públicos de la Municipalidad de San Isidro con los equipos de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) de la Universidad de Buenos Aires (UBA)”.
El plan buscó arreglar los paseos del Partido. Se empezó por el característico Paseo de los Tres Ombúes (siguiendo la céntrica calle Belgrano -la de la Estación San Isidro- hacia abajo) con un ambicioso proyecto, que incluía “restauración de la antigua escalinata y la reconstrucción y puesta en valor del acceso al túnel. Los trabajos incluyen la parquización del paseo, la instalación de bancos, canteros, papeleros y columnas de iluminación siguiendo la tipología de los paseos de las barrancas”. Por otro lado, el proyecto contemplaba “la iluminación del conjunto se realizará por medio de artefactos que proyecten luz a los centros de interés.” Finalmente, el broche de oro: “por razones de seguridad y a efectos de controlar los accesos al paseo y disponer horarios para su uso se realizará el cerramiento mediante la colocación de rejas”.
En fin. No sé quién coordinó el proyecto, pero los resultados estuvieron muy lejos de lo propuesto. Los añejos escalones y los barandales con canteros fueron reemplazados por simple hormigón, con una estética que remite a un agrio estacionamiento de supermercado.
Ver las fotos del paseo original comparándolas con la de hoy muestra un paisaje increíblemente cambiado. También es notable el cambio con las configuraciones posteriores del lugar, como la que se puede ver en la película Si muero antes de despertar de 1952. En ese gran clásico del cine argentino, Carlos Hugo Christensen usó las escalinatas en varias escenas (una magnifica vista se puede ver en este preciso instante), incluso convirtiéndolas en el leit motiv de la alucinante secuencia onírica. En la película se nota que ya no estaba el estilo de rocallas en el lugar, pero si se ven los escalones de ladrillos y los bordes con canteros (pero sin flores). No muy diferente, más allá de cierto deterioro, a los propios recuerdos de mi adolescencia, cuando me escapaba de mis clases del Nacional de Martínez. Ahora es un paseo frío, con unos escalones de cemento sin magia y sin misterio. Tres Ombúes está dentro del área de preservación patrimonial de San Isidro, una zona de protección arquitectónica. En la práctica, esta “puesta en valor” fue equivalente a que un vecino del casco histórico demuela su casa colonial y la reemplace por uno de esos nuevos hogares racionalistas de hormigón que están tan a la moda.
Como sea, lo único del proyecto que funcionó con precisión es el cerramiento de rejas, que permite definir claramente cuando el vecino puede visitar el lugar: prácticamente nunca. Hasta donde se, solo se abre para unas muy eventuales visitas guiadas.
Lo más curioso de todo esto es que no hubo explicaciones oficiales sobre el cierre ¿definitivo? del Paseo de los Tres Ombúes ni del Águila. Recién a fines de 2014 –algunos años tarde– hubo un tibio y burocrático “pedido de informes” sobre “los motivos que motivaron” el cierre de estos espacios. Que yo sepa, al momento nadie informó nada.


VI- Mi modesta proposición
A fines de 2014 se lanzó un nuevo escudo para San Isidro. Oficialmente fue ofrecido no como un reemplazo al tradicional (aunque lo sustituyó en todas las imágenes públicas de la MSI), si no como una especie de logotipo, una marca para identificar a quién presta servicios en el distrito. El mismo fue acompañado con un fuerte operativo de marketing, que pasó por difundir un “video institucional” en distintos ámbitos, carteles con el nombre de algunas calles, todas las unidades municipales ploteadas, una enorme cantidad de afiches e incluso la ocupación y decoración de una playa en Mar del Plata “con el objetivo de promover el turismo y las inversiones en San Isidro”.
Puede que no sea tan mala idea, pero me genera dudas. ¿Que promocionamos, por ejemplo, en el ámbito turístico en San Isidro? Hace unos meses fui a hacerme el nuevo DNI a la delegación del Tren de la Costa. Vi varios contingentes de turistas extranjeros que eran arrojados justo ahí, con la indicación de ver la Plaza, y más allá, la Catedral. Pero la Plaza Mitre no está en su mejor momento: Las baldosas (ladrillos, en rigor) rotas, los canteros sin pastos ni plantas y cubiertos de tierra seca, la fuente despintada y sin agua, el “reloj floral” sin flores ni agujas. Un lugar que, salvo los superficiales arreglos cerca de las festividades de cada 15 de mayo, no suele tener reparaciones.
Entonces, y más allá de la Quinta Pueyrredón que está muy linda y cuidada ¿Qué otros espacios Municipales pueden visitar los eventuales turistas que son dejados en ese punto, si la Estación esta casi abandonada, la Plaza es una pena y el Paseo de los Tres Ombúes está cerrado?
Mi propuesta es establecer un orden de prioridades. Limitar los gastos relacionados con el marketing asociado al “Nuevo Escudo” para invertir en restaurar el tradicional circuito de paseos históricos. Digo, ponderar lo de los “bienes perdurables” y los “gastos superfluos” que mencionaba aquél ex concejal y que lo que hoy identifique a San Isidro no sea un logo azul en un patrullero si no una serie de paseos que recreen la sensación de nuestros antepasados al visitar la zona. Recordemos las palabras de La Dama Duende en el mirador de Los Tres Ombúes “la divina sugestión de ese atardecer maravilloso, en el que se reflejan las aguas del río la opalina transparencia del horizonte”.
Hago unos números para que se entienda lo que digo. Se gastaron $500.000 pesos en crear el logo, unos $532.400 en un video institucional y otros $5.921.205,10 en impresión de carteles, lonas, calcomanías para tachos de basura y ploteo de vehículos con el escudo azul (esto desde septiembre de 2014 hasta mediados de diciembre del mismo año, todavía no se publicó el último boletín oficial de 2014, ni ninguno de 2015). Eso suma 6.953.605,10 pesos, al cambio de hoy unos u$s 800.000. Y hay gastos todavía no contabilizados (impresión y colocación de miles de afiches, presentación en el Hotel Hilton, la promoción en la costa bonaerense, etc.) que llevarían los gastos en este rubro a superar, muy cómodamente, el millón de dólares. Una comparación odiosa: todo lo ingresado por la venta de la calle Güemes no alcanzaría ni para cubrir la mitad de lo que costaron estas onerosas calcomanías.
¿Y si en vez de pagar un millón de dólares en sobrepreciados ploteos (que con suerte durarán cuatro o cinco años antes de que el sol los comience a decolorar), se hubiera dedicado parte de eso en reparar El Águila? ¿Y si se reconstruyera Tres Ombúes –restaurarlo en serio, digo– y los otros paseos con su espíritu original? ¿Si se trabajara un poco en la Plaza Mitre? Tengamos en cuenta que la "puesta en valor" de Tres Ombúes consistió en 249.700 pesos (u$s 83.000) en remodelacion de escaleras, muros de contencion y rejas en diciembre de 2006, 115.500 pesos (u$s38.000) en instalación electrica, movimiento de suelos y vereda en mayo de 2007 y $91.337 (u$s27.000) en la instalación de rejas (nuevamente) hacia diciembre de 2008. Es decir que con 150.000 dólares se pudo reparar el paseo más característico del partido. Con un poco más de dinero capaz que se hubiera podido hacer bien. ¿Y con un palo verde? Ya es tarde, pero si se hubiera hecho algo así –y por qué no, agregando un nuevo espacio en esas barrancas vendidas como la de la calle Güemes– tendríamos una “Marca San Isidro” sólida, una forma de atraer inversores y turistas mucho más atractiva que un simple escudo azul detrás de alguna no muy perdurable modelo de moda.

Pero más allá de esta idea relacionada con el turismo, no hay que perder de vista que estos paseos son parte de nuestra identidad. No hay familia de la zona que no tenga algún recuerdo o anécdota en estos espacios. Varias veces me contaron la historia –ahora se fue borroneando en mis recuerdos– de ese bisabuelo que, creyendo que estaba en alguna desolada ribera de su Europa natal, a duras penas pudieron detener cuando se mandaba en bolas al río. O la vez –en plenos años ´60– que mis viejos cargaron en su jeep montañas de hortensias recogidas en la ribera del Águila, que fueron repartiendo por las calles del barrio. Es que mis bisabuelos, mis abuelos y mis padres tuvieron sus historias en estos espacios. Yo también tengo mis recuerdos en el Águila. Pero mis hijos no. Con suerte en unos años recordarán una reja cerrada, una salida fallida y una muy larga caminata para llegar a algún lugar donde poder consumar el picnic.

Se podrá argumentar que arreglar y reabrir los paseos sería una invitación para que los “vándalos de siempre” lleven sus rampas y aerosoles para arruinar todo el esfuerzo. Es discutible, la Plaza 9 de julio de Martínez es un ejemplo de un espacio sin rejas que la propia Municipalidad puede mantener en perfectas condiciones. Pero bueno, si las rejas debieran permanecer (insisto, creo que no deberían) no pueden aceptarse sin un horario diario de apertura y cierre claramente definido.

VII – Audazeleva envuelotriunfal
Hoy el la barranca del Águila de Martínez, “el único paseo que tiene esa población” en palabras del concejal Gramondo en 1911, está cerrada. Esas viejas postales que están aquí, sólo amplifican el abandono actual. Eso, en si mismo, marca una profunda diferencia con tiempos pasados, con esa vieja Argentina. A principios del siglo XX las autoridades municipales se ponían de acuerdo con los acaudalados vecinos (con todo lo mucho que hay para criticar de los Anchorena y cia.) que aportaban para crear, mejorar y embellecer los espacios públicos, como con El Tala. En cambio, a principios del siglo XXI lo vemos invertido como en un espejo: las autoridades municipales se ponen de acuerdo con los acaudalados vecinos para venderles, a bajo precio, espacios públicos como la calle Güemes.
Mientras tanto, el Águila del centenario vio el bicentenario encerrada, sin siquiera un pequeño acto protocolar. Esa Águila –que todavía esta a punto de elevarse, amenazando con nunca concretado vuelo triunfal– hoy apenas la podemos vislumbrar desde atrás de una reja. Una metáfora con varias lecturas. Todas fuleras.


Consulta de materiales históricos: Museo, Biblioteca y Archivo Histórico Municipal “Dr. Horacio Beccar Varela”.
Fotos: San Isidro barrio históricoAriel Sebastián Becker y el autor de estas líneas.



[1] Schávelzon afirma que “El monumento (El Águila) había estado en origen en la Plaza Pueyrredón pero luego fue trasladado hasta allí.” Esto se refiere seguramente a una postal donde se ve la imagen del águila y pone “Plaza Pueyrredón, Martínez”. Yo creo, sobre la base de los documentos, que el Águila siempre estuvo donde está ahora y que le mandaron Pueyrredón por error, por ser el nombre de la calle donde está la barranca.

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4.20.2015

Nuevo articulo: Sexton Blake versus Nahuelito



Un pequeño artículo que escribí sobre la deliciosa visita a nuestro país del inefable Sexton Blake ("el Sherlock Holmes de los pobres", dicen) para luchar contra el terrible plesiosaurio, los pigmeos y los traficantes de coca de las selvas patagónicas.
http://www.quintadimension.com/content/sexton-blake-versus-nahuelito 
sexton blake en sudamerica


9.04.2014

Artículo sobre El Hombre que Amé

Reviviendo QuintaDimension.com publiqué un excesivamente largo artículo sobre la vieja película argentina El Hombre que Amé de Alberto de Zavalia (1947).

El hombre que amé
Una película argentina casi olvidada. Una historia terrorífica que termina siendo un  melodrama fantástico en un cine nacional poco amigo de lo sobrenatural.
Aquí repasaremos una serie de inciertos acontecimientos que empiezan con unas pocas líneas publicadas en Londres que navegan a Barcelona, impactan en Buenos Aires, rebotan hacia Nueva York –tal vez pasando por las manos de una premio Nobel chilena- vuelven y aterrizan en Mendoza y terminan, hasta donde sabemos, en Brasil.

http://www.quintadimension.com/content/cine-de-terror-argentino-el-hombre-que-am%C3%A9

12.02.2013

Apuntes sobre el doblaje, el español neutro y eso otro que hablamos los argentinos


¡Dóblate ésta! 

Apuntes sobre el doblaje, el español neutro y eso otro que hablamos los argentinos

(...) va a resultar que el cine, en lugar de servir
para mejorar el gusto del público, va a contribuir a empeorarlo
convirtiéndose en vehículo de cosas que conviene más callar que difundir.
Lo mismo sucede con el abuso del lunfardo, (...)
pues fuera de nuestro ambiente la gente tendrá
que usar diccionarios de lunfardo para entender
esos diálogos espesos de ‘exotismos porteños’.
Néstor (Miguel Paulino Tato), sobre el estreno
de Los Tres Berretines (El Mundo, 1933)

Parece que los argentinos (aquí hablo de los bonaerenses, en rigor) hablamos para el orto desde el mismísimo origen de los tiempos. Ya en 1828, un tal Juan Cruz Varela se escandalizaba: “Es generalísimo entre nosotros pero muy principalmente entre los niños, el alargar las sílabas finales de los imperativos, y aún el agregarles una letra, diciendo, v. gr., tomá por toma; corré por corre; vení por ven”[1]. Otro señalamiento de la época -1825- es el del británico Alexander Caldcleugh “The Spanish spoken in Buenos Aires is colonial, or rather provincial, any thing but pure Castilian. Many of the words in most common use are sadly altered from their true pronunciation. Cavallo is pronounced Cavadjo, Calle Cadje, and yo jo"  [2]. Las características de nuestra habla están bien estudiadas desde hace más de un siglo. Resumiendo: el voseo (el vos en lugar del tú, que implica la mencionada modificación de conjugación: vos vení por tu ven), el yeísmo rehilado (el pronunciar la ll como si fuera una y, y todo eso como una sh: “shuvia” por lluvia y así), el seseo (no hacer diferencia entre la s, la z y la c: aquí no suenan distintas esas consonantes en cerebro, zapato o suela), el cheísmo. También hay rasgos muy específicos en cuanto a entonación, formas verbales y, fundamentalmente, un léxico enriquecido por la inmigración y el lunfardo. Varias de estas formas son comunes con otras regiones de latinoamérica. Otras no se comparten ni siquiera con el resto de nuestro país.
El primer intento de analizar el habla local se leyó en Idioma nacional de los argentinos (1900) de Lucien Abeille. Éste era un trabajo que postulaba la idea de que “en la Argentina se hablaba un idioma vernáculo que no coincidía plenamente con el de España y que, por lo tanto, debía ser denominado lisa y llanamente argentino[3].
Ésta forma de hablar, que hace tanto a nuestra identidad, históricamente ha horrorizado a demasiada gente. Como a Arturo Capdevila -que fuera miembro de la Academia de Letras- quien escribió en Babel y el Castellano (1928):
Pero la verdadera mancha del lenguaje argentino es el voseo. La frase rioplatense está como salpicada de viruelas con esa ignominiosa fealdad. Es de veras extraño que un pueblo tan hermosamente orgulloso de su personalidad como el nuestro haya venido a singularizarse con tan calamitoso rasgo. Porque, ¡ay!, es demasiado pintoresco el voseo argentino para fundar en él una satisfacción patriótica... Ese mazacote del pronombre vos entreverado con los enclíticos y posesivos del tú Cállate vos... Venite aquí con tu libro.., A vos te hablo... Ite, que me incomodas... constituye de por sí un atentado contra la lógica. Ni habla bien el que piensa mal ni piensa bien el que mal habla. Hablar así es verdaderamente una caída en el caos. El pensamiento no puede salir incólume, a la postre. 
Eran tiempos donde la vida cultural estaba dominada por un nacionalismo tradicionalista e hispanista y donde tipos como Ricardo Rojas protestaban por la existencia de un “castellano incorrecto, barbarizado”. Claro, no podemos perder de vista el contexto histórico. Argentina, y especialmente Buenos Aires, eran receptores de cientos de miles de inmigrantes. El censo de 1914 había contado en la Capital una población de un millón y medio de habitantes, donde más de la mitad eran extranjeros. De ahí que hubiera tantas comparaciones con la bíblica Babel. En algunos sectores existía el miedo de que ciertos grupos homogéneos y numerosos -los italianos, por ejemplo, aunque en rigor no eran idiomáticamente muy uniformes- implantaran una segunda lengua que le disputara el terreno al tradicional castellano. La “defensa del idioma” era la punta del iceberg de una idealizada lucha por defender el siempre hipotético “Ser Nacional”.
Pero más allá del debate sobre el hablar bien y el hablar mal, el rioplatense se impuso en los barrios y en los medios de comunicación: Es decir, en los discos de tango, en los radioteatros, en el cine. Si bien hay excepciones, en las películas más populares de la década de oro del cine nacional se escucha la voz de la calle. Las figuras más importantes, no hablaban de tú. Libertad Lamarque vosea en Besos Brujos (1937) igual que lo hace Hugo del Carril en La vida de Carlos Gardel (1939). Y eso no perjudicó su carrera comercial internacional. De hecho más bien lo contrario, Del Carril y Lamarque fueron las mayores figuras del cine argentino en Latinoamérica. Paralelamente, el cine argentino fue perdiendo peso -coincidencia o no- en la época en que empezó a hablar de tú, y perdió su indentidad.

El más pedantón de los argentinos
Pero en junio de 1943, apenas 6 días después del golpe de estado que derrocó al no muy democrático Ramón Castillo, el flamante Director General de Correos y Telégrafos, el teniente coronel Aníbal F. Imbert, publicó una circular donde solicitaba la cooperación de las radios para que se diera cumplimiento riguroso a las normas incluidas en las "Instrucciones para las Estaciones de Radiodifusión”. Estas instrucciones habían sido publicadas en 1934, pero nadie las respetaba. La instrucción nº 1, como señala María Alejandra Vitale en su muy recomendable investigación que aquí cito extensamente, era “Que en toda clase de transmisiones, sin excepción alguna, debe cuidarse con rigurosa escrupulosidad una absoluta corrección en el empleo del idioma castellano, evitando toda palabra del 'argot` o bajofondo y los modismos que lo desvirtúan y son tan comunes en el decir corriente, como 'salí`, 'andá`, etc.”.
El proyecto cultural de la “revolución del 43” estaba encarnado por Gustavo Martínez Zuviría -nombre real del escritor Hugo Wast, autor de oscuras novelas antisemitas como El Kahal-Oro-, quién asumía en el Ministerio de Educación. Otro personaje de gran peso, podría decirse que el soporte ideológico del régimen, era el Monseñor Gustavo Franceschi. Un tipo que por entonces tenía abiertas simpatías por el fascismo, especialmente en su vertiente franquista. El golpe de 43 fue de neto corte militarista, clericalista y nacionalista. En el plano idiomático, reivindicaba las raíces hispanas.
La noticia de la nueva rigurosidad en la radio fue recibida con alegría por los sectores más derechistas de la opinión pública. Así El Pampero, periódico financiado por la Embajada Alemana del Tercer Reich, señalaba que “habrá un severo reajuste, el cual comenzará con la depuración del lenguaje arrabalero y extranjerizado que usan locutores y actores, y terminará en el enaltecimiento general de las transmisiones, desde el punto de vista de los valores nacionales y cristianos”. El claramente antisemita y pro-eje Crisol festejaba “ha llegado con el beneplácito de la gente de bien un gobierno que se ha decidido a extirpar las muestras de incultura, el lenguaje incorrecto, la perversión musical y demás absurdos que irradiados a través del micrófono permitían a los judíos de la radio amasar fortunas”. Por su parte el más liberal -y pro-aliados- La Nación la radiotelefonía había dado patente artística a 'esa bazofia idiomática`, la germanía arrabalera, forma baja de la influencia extranjerizante”. Igualmente, dentro de esos mismos medios aportaban matices. Por ejemplo el propio El Pampero, si bien rechazaba el lunfardo, consideraba al voseo como parte de la cultura nacional “ni siquiera el más pedantón de los argentinos podría hablar de 'tú'”.
En otra vereda, el diario El Mundo se opuso firmemente “Hay que preparar un diccionario argentino, catálogo de las voces que se emplean entre personas que usan la trama del idioma español (...) el tono aristocrático de los diccionarios debe cambiar democratizándose. Debe recoger y almacenar las voces del pueblo, estén o no pulidas por los literatos” . Pero claro, sus reclamos no fueron muy escuchados.
Por esas mismas fechas es cuando censuraron y prohibieron en Radio Splendid a Catita, el famoso y mal hablado personaje de Niní Marshall. También se “mejoraban” los tangos, cambiando cosas como Yira, yira por el más correctito Camina, camina.
No tengo registros de que en el cine hayan existido directivas tan explícitas como en la radio. Pero redepente el tú desplazó casi por completo al vos. Y esto duró mucho tiempo después de que el gobierno del golpe del ´43 fuera reemplazado por Perón (bueno... Perón fue parte del golpe del ´43). No se puede hacer una correspondencia exacta entre los tipos de gobierno y los tipos de cine, pero es claro que hay una relación... ciertos climas de época. El caso del “cine de adaptación” es el más notable rasgo de la cinematografía del momento. Con La novela de un joven pobre de 1942 se larga una cadena de intentos de llevar Grandes Historias de la Literatura Universal -así, con mayúsculas- a la pantalla. Nombres como Octave Feuillet, Arthur Schnitzler, Leon Tolstoi, Robert Louis Stevenson, Fiodor Dostoievsky, Alejandro Dumas (padre y también su hijo) y varios más, empezaron a formar parte del elenco estable de nuestro cine. Esto derivó en un cine del , del no lugar, de la atemporalidad, del no conflicto social. Esta saga siguió hasta entrados los ´50. Así es que el cine del peronismo, en rigor, invirtió el famoso mito gorila. Era un libros si, alpargatas no. Fue un cine con mucho de Madame Bovary y casi nada sobre gente en patas, como en la excepcional -en todo sentido- Las aguas bajan turbias.


Educación, voseo y la señorita Mabel bajo la lluvia
Al visitar algunas escuelas, he hallado maestros que
decían a sus alumnos: sentate o parate.
Este defecto debió ser corregido hace tiempo.
El maestro tiene plena libertad para dirigirse al alumno
empleando el pronombre tú o usted,
pero debe hablar siempre en castellano.Cita de un inspector educativo hacia 1909, mencionado en
Antecedentes y derivaciones del voseo argentino
de Ángela L. Di Tullio


Desde hace cierto tiempo se considera al voseo como norma culta y no como una desviación, la mayor parte de la literatura argentina del siglo XX así lo refleja. Como norma culta se entiende a esa serie de reglas que hacen al hablar asumido como correcto. Como ejemplo, acentuar la última sílaba y hacer un “que hacés” en lugar de un “que haces” es socialmente aceptado. Pero agregar un s al final de una conjugación en pretérito perfecto simple -como corristes, o caminastes- si bien también se escucha mucho, no es “norma culta”. Lo complicado aquí es que esas “normas” son unas reglas paraeducativas, porque no se estudian en las escuelas. Al menos, y como ejemplo, en mi época de escolar -en los 80´- rigurosamente se estudiaban las conjugaciones -yo, tú, él...- evitando el voseo. Y todavía me acuerdo de la Señorita Mabel retándome porque yo decía “lluvia”, cuando debería haber dicho algo como “liuvia”.
Es cierto que en manuales muy recientes he llegado a ver un yo - tú - él - vos - nosotros... pero esto no parece ser una regla generalizada bajada del Ministerio de Educación. Un trabajo reciente y muy interesante hizo un relevamiento de manuales escolares de escuelas primarias: “de 97 casos del corpus, 56 ejemplares cuentan con un cuadro de conjugaciones verbales: 20 de los 56 conjugan sólo las segundas personas peninsulares (tú/vosotros), mientras que 36 ofrecen todas las alternativas (vos/tú/usted y ustedes/vosotros). Es de destacar que ningún cuadro de conjugación verbal de los manuales que se emplean en el Río de la Plata es exclusivamente voseante”.
En la misma dirección se expresa Carolina Tosi “Estudios han demostrado que los manuales escolares suelen evitar dirigirse al destinatario a través del voseo y así hacen circular una representación de las formas voseantes como marcas de una variedad subestándar, limitadas a un uso coloquial.” ¡Y eso que el voseo es de las “desviaciones” más aceptadas!
Es decir que una buena parte de los niños que van a las escuelas aún son educados bajo el concepto de que las voces de la calle son un habla a-normal, mientras escriben en los pizarrones frases pedantonas que nunca van a usar.

TV,castellano neutro y el boludo en Los Ángeles
En los inicios de la TV se impuso el doblaje mexicano en toda latinoamérica. Y con el se asumió que esa forma de hablar, quitándole algunas expresiones muy localistas, era el grado cero. El “castellano neutro”. Así lo explicaba el mexicano Enrique Candiani, unos de los pioneros del doblaje al negar la existencia del mentado español neutro: "Cuando llegamos a hacer doblaje, en 1955, traíamos una herencia dejada por el cine mexicano, que ya se había estado exponiendo por veinte o treinta años en estos países y automáticamente se convirtió en el español propio para la TV. Lo que hicimos fue un estudio de mercado. Los países estaban acostumbrados al efecto sonoro del cine mexicano. Pero che, si sacamos los cuates, los chingados y las chamarras... eso que queda esta muy lejos de la neutralidad. Sin embargo este doblaje se impuso como el estándar en nuestro país. Porque si bien siempre hubo material doblado localmente (en empresas como Alex o Tecnofilms) siempre nos sonaba raro si tenia una entonación local.

Hace unos meses nos enteramos de la relgamentación de la vieja ley de doblaje, votada en 1986,apenas cuatro años después de que la Academia Argentina de Letras finalmente aceptara el voseo, pero “siempre y cuando se conserve dentro de los límites que impone el buen gusto”. Es claro que pasaron muchas cosas desde 1986. Entre otras cosas, se puede considerar como muy positivas las gestiones de los canales estatales Encuentro y Pakapaka.
Cualquiera que tuvo hijos en edad de exposición catódica sabe del tormento que significa la atrocidad de esos programas neutralizados. El resultado son niños replicando el idioma de Elmo, Hi5, la casita de Mickey Mouse y el dinosaurio “te quiero io” Barney. La política de aquellos canales oficiales fue la imposición de un “argentino neutro”. Este “argentino neutro” no tiene nada que ver con el “castellano neutro”. El segundo es un supuesto grado cero de la forma de hablar en latinoamérica. El primero, el hipotético grado cero de la forma de hablar de argentina (porque, claro, en el país no se habla en todos lados de la misma manera). Ambas son construcciones ficticias, pero la pretensión de unificar el habla de 400 millones de personas -repartidas en más de 20 países que ocupan más de 20 millones de kilómetros cuadrados- es mucho mas delirante que la idea de hacerlo en un único país de 40 millones, todos regidos por el mismo sistema educativo, expuesto mas o menos a las mismas tradiciones y sometido a los mismos rayos catódicos.
Este “argentino neutro” -catalogado como “la variedad dialectal del español hablada en la mayor parte del territorio de la República Argentina”, aunque se escucha como un porteño moderado- es definido con precisión en los pliegos para la contratación de doblajes para el canal Encuentro: “el uso del voseo, su forma particular de yeísmo y un patrón de entonación marcadamente rítmico”. Incluso se precisa que sólo se puede dejar de usar el voseo “a modo de resguardar el contexto en momentos históricos” (bajo el supuesto de que el voseo es un asunto reciente, asunto discutible como dije mas arriba). Para entender la diferencia entre los distintos tipos de doblajes, por aquí se puede ver un episodio de la serie brasilera Cocoricó, que se ve en Paka Paka con doblaje en “argentino neutro” y otra versión con doblaje “español latino”, hecho en Venezuela.
Es decir, el asunto del habla nacional decantó en una medida de Estado específica y -creo yo- elogiable: el gradual reemplazo de un irreal “castellano neutro” por un “argentino neutro”, discutible pero más cercano. Lo notable es que se escuchan muchos compatriotas quejándose por este doblaje, como en este blog donde el autor se pregunta “¿por qué uno puede tragarse gustoso un programa doblado al mexicano o al español neutro, pero le parece insufrible que las voces sean de compatriotas?”. Las críticas a los doblajes argentinos de películas como Los Increíbles, Cars o Chiken Little en general fueron mas o menos aceptables, pero los comentarios del público fueron lapidarios. ¡También hay argentinos que se preguntan ¿Por qué es insoportable el doblaje argentino! El rechazo de las voces locales llegaron al colmo con se escucharon críticas al “doblaje” de Metegol, cuando estamos hablando... ¡de las voces originales de una película nacional!.
Evidentemente es una cuestión cultural, una combinación de la educación culposa y una costumbre decantada durante décadas y décadas de consumos televisivos de doblajes importados. Juan Sasturain, hablando de doblajes y traducciones, dijo una vez que “no se puede decir boludo en Los Angeles sin que todo se derrumbe”. Los chicos de Farsa Producciones lo procesaron de la misma manera con su saga Plaga Zombie. Según ellos mismos aclaran, todo se originó con New York Cop, una serie de cortos que hacían siendo pebetes que “trataban sobre un policía de Nueva York y, por consiguiente, estaban hablados en castellano neutro, como los doblajes”. Para varias generaciones criadas por el consumo de series norteamericanas -de la década del ´60 en adelante, digamos- lo verosímil es que en Nueva York y en boca de un yanqui se oiga un “préstame atención, Mike” y no un “prestame atención, Mike”. Pobre Mike ¡Si el tipo sólo entiende el inglés!

Darth Vader, Luke y la Ley de doblaje
Es claro que el objetivo primario del decreto que reglamentó nuevamente la dichosa ley es el de proteger a los trabajadores de la precaria industria del doblaje local, siempre atada a la volátil valoración del dólar en cada país de latinoamérica. Los contratos de doblaje vuelan hacia el país con la moneda local más devaluada. La ley 23.316 habla de “doblaje en idioma castellano neutro, según su uso corriente en nuestro país”. Lo del “castellano neutro” tal vez tendría un sentido en los ´80, cuando recién se aceptaba oficialmente el voseo (en 1982, repito) y cuando a nivel escolar se desechaba totalmente caer en un regionalismo. 25 años después, con ciertos cambios educativos -hay manuales escolares que empiezan a reflejar el habla real- y modificaciones culturales en los patrones de ciertos medios de comunicación -insisto con Paka Paka y Encuentro- decepciona y se entiende como un retroceso que en vez de “argentino neutro” se hable de “castellano neutro”.
Es interesante ver este Atlas interactivo de la entonación en español para ver la imposibilidad de encontrar un punto intermedio entre todos los matices del habla al sur del Río Grande. Entonces elegir decir “auto”, “carro” o “coche” es el detalle menor. Hay tonadas, giros, formas verbales que escapan a las meras sutilezas de léxico. Sin embargo se insiste con meter en una bolsa, apelmazar las diferencias y sacar una versión unificada y estandarizada. Evidentemente es una gran negocio para las grandes distribuidoras de cine y los emporios de la TV paga. Minimizan costos, maximizan ganancias. Así es el mercado. Lo verdaderamente grave de esto es que aquí, en Argentina, en vez de limitar una práctica que termina empantanando los cerebritos de millares de niños, se imponga por LEY ese mexicano destilado como “lengua oficial” (sic).

Hay varias cosas para reprobar de este idioma ficticio, entre lo más fulero es que el “castellano neutro” no neutraliza el país origen del doblaje, pero si lo hace con las diferencias sociales y los matices culturales. ¿Acaso es lo mismo que Jesse Pinkman le diga a Walter White, agarrándose las partes íntimas, "Speak into the mic, bitch!" que el "¡Háblele al micrófono, maníático!" de la versión doblada en “español latino”? En neutralandia los yonquis hablan igual que un prolijo profesor de secundaria. La forma de no hacerlo -lo vi en algunas películas- sería recurrir al slang de los bajos fondos el DF.

Por eso yo en lo personal prefiero ver películas y series subtítuladas. Pero la nueva regulación no contempla excepciones en los canales con base en nuestro país: todo el material que emitan debe ser doblado. Lo preocupante es que Canal 7 pasa muchas películas subtituladas en ciclos invaluables. ¿Que pasará con ellos? Gente que trabaja en el tema asegura que habría una ventana en la Ley de SCA, pero eso habrá que verlo.

Los canales de base externa (casi todos los de cable) pueden seguir al margen de la ley, como lo vienen haciendo sistemáticamente al cortar y censurar películas a rolete. Pero a pesar de no estar regulados, todos están tendiendo a doblar el material que pasan. En riguroso “neutro”, como te imaginarás.
Quedará para discutir en otra ocasión la “neutralidad” del subtitulado.

Lo que hay que decir de la regulación de esta ley, es que el público reaccionó mayoritariamente de manera exactamente contraria a la mía. Las preocupaciones y chistes twitteros ironizaban de que ahora todos los doblajes fueran en “argentino”, tipo “Luke, yo soy tu viejo”.
No se, no descarto estar equivocado, para variar. Pero huelo una contradicción en una sociedad que se rasga las vestiduras por que se empieza -antitradicionalmente, parece- a festejar Halloween y, paralelamente, se manifiesta para que los doblajes no sean "en argentino".

Para terminar
No tengo nada en contra del doblaje mexicano. La discusión tampoco pasa por decir que los porteños somos macanudos y hablamos a la perfección... o absolutamente todo lo contrario. Hablamos así, y punto. Es probable que no sea un habla que guste en otros países. O, incluso, que no guste en importantes zonas de nuestros propio país.
La discusión, en realidad, es porqué carajos históricamente negamos y/o reprobamos nuestra propia forma de hablar. Lo hicimos en 1830, en 1900, en 1928, en 1943, en 1986 y ahora en 2013. Y la pregunta es como, a pesar de todo, nuestra voz resiste. Se pianta cuando la quieren atrapar entre las tapas de un diccionario, se mantiene a pesar de los decretos de los generales, aguanta aunque la ninguneen en las escuelas, se planta cuando pretenden “neutralizarla” en los medios de comunicación. Pasaron casi dos siglos de aquellos chicos que gritaban por la calle “vení” y “corré”, como anotó compungido Juan Cruz Varela. ¡Y ahora los chicos siguen gritando lo mismo!
No se si existirá el famoso Ser Nacional (concepto por el cual se han urdido algunos de los actos más perversos de nuestra historia) y probablemente no importa si lo hay. Pero si la idea es buscar alguna vez algo parecido a una identidad, definitivamente nunca la vamos a encontrar si nos hacemos los boludos sobre como suenan nuestras propias voces.





[1] Citado por María Beatriz Fontanella de Weinberg  en El voseo en Buenos Aires en las dos primeras décadas del siglo XIX  Thesaurus : boletín del Instituto Caro y Cuervo, 26 (3). pp. 495-574.
[2] Citado en Katharina Link.  El yeísmo bonaerense - un análisis sociolingüístico http://www.narr-studienbuecher.de/downloads/spanische_sprachwissenschaft/musterhausarbeit_235.pdf
[3]Miranda Lida, “Entre los despojos del peronismo. Esplendor y ocaso del  Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires (1927-1946)”, Temas  de historia argentina y americana, no. 16 (2010), http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/revistas/despojos-peronismo.pdf

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11.30.2013

Nota por los 25 años de Fm Fenix

Fm Fénix cumplió 25 años, y Clarin San Isidro publicó una notita mencionando el asunto.

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